Genética industrial
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El oponerme a tantos
obstáculos lleva a hacerme creer
que dejarme vivir fue
una mala praxis médica,
un error de último
momento
por falta
de cálculo,
o por mantener una
tecla pulsada demasiado tiempo.
Me trajeron al mundo
con el cableado enredado,
con los contactos del
odio y el amor confundidos,
mis sentimientos venían
defectuosos de fábrica:
un amor entre
exclamaciones dubitativo
y un odio interrogativo
que chillaba,
ambos ofreciendo una
blasfema respuesta,
sentimientos idealistas
por defecto y sin freno alguno.
Un amor explorador,
por llamar de alguna
manera al que nunca
ha recibido una
bofetada.
Quizás el problema se
remonte a cuando Cláudia
me enseñó a
columpiarme en el parque olvidado del barrio,
si cuando cojo el
impulso del amor el pedal de freno y odio se aleja
y viceversa.
Fui la tercera obra de
madre fábrica,
la tercera (y última,
me temo) entrega de una
producción en masa,
podría haber sido la
versión más óptima del lenguaje humano
made in China,
pero aparentemente no
soy más que otra aplicación
que a cada
actualización espera que vuelvas.
Suena la alarma de la
alegría de emergencia,
cargando su
asimilación...
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